Agorafobia y Otros Miedos (Fobias)

Agorafobia: miedo a los espacios abiertos

Temor intenso a salir de casa, alejarse de los lugares que implican seguridad. Cuando uno padece este problema, resulta impensable salir de vacaciones, al campo, a la playa. O incluso salir a dar un paseo por su ciudad, ir de compras…

Afecta en un mayor porcentaje a mujeres que a hombres y resulta realmente incapacitante para la vida cotidiana. Resulta muy difícil acudir a trabajar, salir con los amigos e incluso hacer la compra. Impensable meterse en un cine o un teatro.

En la mayoría de los casos, el inicio de la agorafobia se encuentra en una crisis de pánico, es decir, es una situación en la que la persona ha experimentado un intenso temor acompañado de palpitaciones, dificultad para respirar, dolor en el pecho, mareos, náuseas. Las reacciones fisiológicas son tan fuertes que la persona tiene miedo a volverse loca.

Llega a ser un problema no sólo salir de casa, sino el hecho de pensar que tiene que hacerlo.

Le da cierta seguridad: ir acompañado siempre por alguien de confianza, tomar tranquilizantes o situarse cerca de la puerta, con la sensación de poder escapar cuando lo necesite.

Síntomas de una agorafobia.

Miedo irracional a lugares públicos, aglomeraciones, calles vacías y en general situaciones en las que te encuentres sola.
Haber vivido una crisis de pánico, con alguno de los siguientes síntomas: respiración entrecortada, sensación de ahogo, aturdimiento, palpitaciones, temblores o sacudidas musculares, sudoración, náuseas, sofocos, escalofríos, miedo a morir, miedo a volverse loco o a cometer una acción incontrolada.
Miedo persistente a padecer una crisis de pánico.
Organizas tu vida de manera completamente diferente a como lo venías haciendo. Evitando ahora, de manera sistemática, aquellas situaciones que te pueden provocar una nueva crisis.

Otros miedos (Fobia específica)

Miedo a los insectos, a las serpientes, a los perros, a los animales en general, a las tormentas, a la altura, a la sangre, a los hospitales, a las inyecciones, a montar en avión…Miedos hay para todos los gustos.

Algunos temores son innatos, por ejemplo uno se sobresalta de manera natural ante un ruido intenso, como forma de protegernos ante un peligro inminente. Otros miedos, sin embargo, son aprendidos. Los desarrollamos a lo largo de nuestra vida en función de las experiencias propias que tenemos.

No es necesario tener una mala experiencia personal para desarrollar un miedo, también podemos desarrollar miedo de las experiencias traumáticas que han tenido los demás, por ejemplo podemos sentir que nos tiemblan las piernas al subir a un avión, aunque nunca hayamos tenido un accidente aéreo, pero hemos visto aparatosas imágenes en televisión, que nos han dejado impresionados.

También existen miedos condicionados por la cultura en que vivimos. Por ejemplo en Europa existe una gran preocupación por la salud; cuando uno comenta algo sobre una pequeña molestia, siempre hay expertos informadores dispuestos a contarnos las graves consecuencias de no curar esa pequeña molestia.

Incluso dentro de la misma familia se trasmiten los miedos unos miembros a otros.

¿Cómo se manifiesta una fobia?

Cuando estamos ante esa situación que nos produce miedo o pensamos que podemos llegar a estar en dicha situación, presentamos algunos síntomas muy concretos, como son:

Sudor.
Temblores.
La boca se reseca.
El pulso se acelera.
Dificultad para respirar.
Sensación de náusea y mareo.

¿Cómo se mantiene?

Evitamos, sistemáticamente, la situación que nos produce miedo. No vamos nunca al hospital por temor a las agujas, no viajamos por temor al avión, damos una gran vuelta antes de llegar a nuestra casa para no pasar por delante de ese enorme perro que nos ladra ferozmente cada vez que nos ve…

Al evitar la situación temida, nuestra ansiedad disminuye, con lo que siempre que sea posible haremos lo mismo, es decir, evitar la situación. No nos enfrentamos nunca a aquello que nos produce miedo, de manera que ese miedo se va haciendo cada vez mayor. Ese perro del vecino que evitamos siempre que podemos, va creciendo en nuestra imaginación hasta límites insospechados.

¿Problema?

Si tenemos miedo a las serpientes, vivimos en una gran ciudad y nunca salimos al campo, no parece que tengamos un gran problema. Pero si tenemos miedo a los aviones y hemos conseguido un trabajo maravilloso que nos obliga a viajar en avión, sí parece que tenemos un problema.

El mido, a veces, es tan intenso que nos sentimos incapaces de superarlo por nosotros mismos. Necesitamos entonces la ayuda de un profesional que nos orientará para elaborar correctamente la lista y nos proporcionará las herramientas necesarias para ir enfrentando cada una de las situaciones.